Tenrikyo Europe Centre

Loading ...

Discurso del Servicio Mensual del Mayo 2007

Hisayo TANAKA

Pienso que hoy, Dios Padre-Madre y nuestra Fundadora Oyasama, se alegraron mucho porque el Servicio Sagrado del mes de Mayo se ha celebrado con serenidad y alegría en el Centro Europeo de Tenrikyo. Yo también me alegro y agradezco a todas las personas que vinieron de lejos para esta ocasión. Como me toca este mes hacer un discurso, aunque no haya madurado totalmente en la fe, quisiera hablarles de lo que siento cada día, y por esto les ruego que me escuchen un momento.

Tengo siempre esta frase presente en la mente « El Cielo es un guionista completamente maravilloso ».

Esta expresión está extraída de un texto intitulado « Recuerdos de la misión de Pekín » que apareció hace 29 años durante 4 años consecutivos en el boletín del Departamento de Misiones Extranjeras de Tenrikyo. Se trataba del informe detallado de la misión efectuada, arriesgando su vida, por la señora Tamae SATO en China, entonces Encargada de la iglesia Sûbun, desde 1928 hasta el final de la segunda guerra mundial.

Después de haber acabado mis estudios universitarios, ingresé en el Departamento de Misiones Extranjeras de Tenrikyô y, durante los dos años que pasé en este departamento, estuve encargada de la edición de los manuscritos de la señora Sato. Cada mes, visitaba a la señora Sato quien me hacía leer su manuscrito y me hablaba de aquella época.

Yo, que no tenía ninguna experiencia de la vida, no podía entender cómo una mujer sola, había podido guardar una fe inquebrantable en Dios a pesar de haber tenido una vida tan difícil como la que a ella le tocó vivir. Su misión en China, la enfermedad y la desaparición de su esposo, la guerra, la confiscación de su Iglesia y de su escuela y su repatriación. En todo esto, lo que más me afectaba era esta frase « El Cielo es un guionista completamente maravilloso ». Leyendo los manuscritos pensaba,« que expresión más bonita! » y la señora Sato me contestaba :« El Cielo (Dios) prepara siempre el papel y la escena que mejor nos conviene y, nos hace caminar sobre el camino de la madurez, y por esta razón, es muy importante  aceptar con alegría todo lo que sucede».

Más tarde conocí a mi marido quien estudiaba francés, estuve en Francia y en Congo, tuve la experiencia de una misión en el extranjero y, ahora cuando pienso en esto, no puedo dejar de pensar que el guión del Cielo, así como el encuentro con la señora Sato, ya estaba totalmente escrito.

Soy asmática de nacimiento y soy frágil de salud. Durante las vacaciones del verano de mi segundo año de escuela primaria, caí en coma después de una crisis muy grave. Pero, gracias a Dios Padre-Madre y a Oyasama que reconocieron la gran determinación del corazón de mis padres, sucesor encargado de una Iglesia, mi vida fue salvada.

Desde entonces, mis padres sin cuidar mucho de sus hijos, se dedicaron de la mañana hasta la noche a la salvación del prójimo. Como vinieron a vivir a la Iglesia  personas que sufrían  de enfermedades muy graves y otras con dificultades, se hubiera podido pensar que eran ellos los que nos cuidaban a nosotros, que éramos 6 niños.

Mi familia desciende de una gran familia de agricultores, quienes generación tras generación, tenían dificultades para asegurar su descendencia. La primera persona de la familia que se volvió creyente era una niña adoptada, y tuvo niños gracias a la fe. Y es porque vieron a través de mi enfermedad el riesgo de extinción de la familia, que mis padres se decidieron firmemente a salvar a la gente teniendo en cuenta el Innen, la causalidad de la familia.

Yo, que era frágil de salud, pude acabar mis estudios, casarme, ir a Francia y dar a luz a un niño. Hice tres años de estudios en Francia y mi marido recibió la orden del Departamento de Misiones extranjeras de irse a trabajar al centro de la Misión en Congo Brazzaville, y es así que hemos pisado  la tierra africana junto con nuestro hijo de seis meses.

  Era el año 1983, es decir tres años antes de la conmemoración del Centenario de la desaparición física de Oyasama. Era un buen momento para madurar espiritualmente, y todo Tenrikyô estaba lleno de entusiasmo. Como me encontraba en Congo como yoboku de Oyasama, deseaba contribuir, y por eso iba cada día llevando a mi hijo, a visitar personas enfermas y administraba el Sazuke.

Un día mi hijo que aun no andaba muy bien, entró en la casa de una persona que lo había llamado haciéndole una señal con la mano. Ahí, se encontraba una mujer de edad que sufría de una enfermedad de piel y que tenía los miembros que supuraban y llenos de moscas. Me fui rápidamente a llenar un caldero de agua, lavé sus miembros, puse sobre su piel ulcerada una bolsa de arroz sagrado y le administré el Sazuke.

Entonces, para agradecerme, esa anciana me dio un pan. Para esta mujer que no podía trabajar, este pan  representaba su única comida para varios días.

« Gracias, pero tengo comida en casa, me vasta con su gratitud », le dije, rechazando su ofrecimiento, pero insistió. Temiendo ofenderla si seguía con mi negativa, cogí el pan y regresé a casa. Lo comí ese mismo día al medio día, y aun hoy me acuerdo de lo delicioso que estaba. Desde entonces fui cada día a administrarle el Sazuke. Unas semanas más tarde, se le formaron como unas costras, la piel enferma se cayó y la  nueva que iba creciendo era piel sana.

Además de esta persona, pude ver cómo Dios cumplía su obra milagrosa por medio del Sazuke. En efecto, un hombre que tenía que permanecer sentado porque tenia la parte baja del cuerpo paralizada, pudo sostenerse sobre sus piernas, una persona que tenía malaria recibió la gracia de que le bajara la fiebre. Cada día durante el Servicio Sagrado deseando que los enfermos a los cuales administraba el Sazuke se curaran, me recordaba de sus nombres, pero eran tan numerosos que me olvidaba algunos.

Además, un día que iba como de costumbre a ayudar a los demás, de repente hubo una sublevación y los militares de la armada del gobierno se pusieron a disparar sin discernimiento desde lo alto de un helicóptero. Alguien me dijo, « Si huyes te van a disparar. Regresa a tu casa caminando normalmente», de manera que regresé cantando en voz alta los himnos del Servicio Sagrado. En ese momento sentí realmente la protección de Oyasama y segura de esta certidumbre, no tuve ningún miedo. A tal punto, que me preocupé por mi marido. « Qué voy a hacer si, viniendo en busca de mí, lo alcanza una bala perdida ?».

Cuando finalmente llegué frente a la Iglesia, de la cual había cerrado las puertas para que los amotinados no pudieran entrar, mi querido marido asomó la cabeza por encima de la puerta y me preguntó sonriendo « estás bien » ? y « tenía la intención de ir a buscarte pero decidí  no hacerlo porque si una bala me hubiera alcanzado y, nosotros sus padres hubiéramos muerto los dos, nuestro hijito se hubiera encontrado huérfano en esta vasta tierra africana ». Me reí oyendo esta buena excusa. En medio del estruendo del helicóptero y del tiroteo que seguía afuera, nos sentíamos tan totalmente bajo la protección de Dios, que éramos capaces de hacer esa clase de bromas.

Después de tres años de misión en Congo, y como se acercaba la conmemoración del Centenario de la desaparición de Oyasama, y después de haber sufrido un aborto natural de mi segundo hijo, mi salud se deterioró y de repente comencé a sufrir de vómitos y fiebre. Tenía una hepatitis y todo mi cuerpo estaba amarillo. De modo que regresé a Japón para que me cuidaran, gracias a lo cual me recobré de nuevo plena de salud a los seis meses. Ese mismo año, en el mes de julio, mi marido acabó su misión en Congo Brazzaville y regresó a Japón.

Poco después del nacimiento de mi hija, el Departamento de Misiones Extranjeras me pidió preparar por correspondencia el CAP de instructora de escuela primaria para asegurar la educación de los niños regresados del extranjero. Estudié durante dos años

Después, durante doce años, hasta el mes de marzo del año pasado, me encontré con muchos niños en la escuela primaria de Tenri,y vine por segunda vez a Francia, que adoro. Parecía que un trabajo me estaba reservado en la Asociación Franco-Japonesa de Tenri, en el curso de japonés para niños. Rodeada de muchos niños y de colegas maravillosos, trabajo cada día con alegría.

Mis dos hijos están en Japón y son cuidados por  el hermano de mi marido quien es jefe de la iglesia a la cual pertenezco, pero, a pesar de eso, estoy encantada y agradecida porque gozan de buena salud, uno va a su trabajo y la otra a su escuela, y además, participan de las actividades de Tenrikyo.

Cuando reflexiono sobre mi vida, aunque no tengo gran experiencia, estoy segura que Dios Padre-Madre creó a los seres humanos hace algo así como un millar de años para que lleven una vida plena de alegría y que Dios pueda alegrarse con ellos. Y desde entonces sigue escribiendo « un guión del Cielo » que conviene a cada uno de nosotros, sus hijos. Pero el sentido de este guión, no lo comprendemos enseguida, y para mí, que no soy muy experimentada todavía, no llego a imaginar qué rumbo va a tomar el futuro. Pero hoy día, aún conformándome con la expresión « todo lo que llega a nuestro alrededor entra en el diseño de Dios » sin inquietud para el futuro, trato de encontrar alegría en cada cosa, y sintiendo la felicidad de formar parte de la misión en Francia y en Europa, deseo vivir en alegría y de buen humor.

Les agradezco su atención.