Tenrikyo Europe Centre
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Jean Paul Sudre (Encargado de Burdeos Kyôkai)
Con mucha alegría hemos podido celebrar todos juntos el Servicio mensual en el Centro Europeo de Tenrikyô. Fui invitado a hacer un discurso hoy y me gustaría hacerlo reflexionando como un practicante del camino.
En la Instrucción II, entre las varias orientaciones a seguir que nos dio el Shimbashira, encontramos el mensaje siguiente:
«Para corresponder a la benevolencia infinita de Dios Padre Madre, no tenemos otro camino que el de cultivar un espíritu que desee salvar a los demás y llevarlo a la práctica ».
Como muchos de nosotros, desde el día de la publicación de esta Instrucción, me hago muy a menudo la siguiente pregunta: ¿Cómo hacer para cultivar un espíritu que desee salvar a los demás?
Porque si se vuelve sobre sí mismo, es evidente que es muy raro que en el fondo de nosotros tengamos este estado espiritual de desear salvar a los demás. En realidad la mayor parte del tiempo nuestro espíritu está preocupado en resolver nuestros pequeños problemas personales. Trata sin parar de obtener cosas, le gustarían otras personas u otras situaciones o, si no, está tratando de rechazar otras cosas, otras personas u otras situaciones que le gustaría evitar.
En la recomendación del Shimbashira se sobreentiende que tenemos que hacer esfuerzos de modo que nuestro estado espiritual acabe por dirigirse hacia la ayuda a los demás.
La pregunta que se hace uno entonces es esta: ¿Cómo activar en el fondo de sí mismo ese estado espiritual de modo que se vuelva realmente un sentimiento?
La lectura de los textos Sagrados nos da la clave para este trabajo que pretende cultivar el espíritu.
Oyasama nos da todo el material para poder trabajar. Por ejemplo, nos hace entender cuál tiene que ser la cualidad de nuestro espíritu comparándola con el agua.
Leemos este pasaje del Ofudesaki:
Día tras día, Dios apresura esta salvación.
¿Qué pensáis todos vosotros de ello? (II/24)Aunque es el agua nacida en una laguna de altos montes,
está turbia y llena de impurezas en su nacimiento. (II/25)Si reflexionáis paso a paso con calma en el corazón,
el agua se volverá clara y limpia. (II/26)Penetraré en las aguas de las montañas
y purificaré cualquier agua. (II/27)Vosotros que entregáis el corazón día tras día,
asentad el corazón y tendréis un futuro prometedor. (II/28)En adelante, me lanzaré a la laguna de altos montes
y limpiaré cualquier impureza. (II/29)Quitando las impurezas por completo,
el agua que quede será clara y limpia. (II/30)
En este pasaje, Oyasama nos da una indicación sumamente importante para empezar el trabajo sobre sí mismo.
«Si reflexionáis paso a paso con calma en el corazón, el agua se volverá clara y limpia »
Yo tengo la sensación de que con ese verso, Ella quiere darnos a entender que, siendo nuestro corazón como el agua, y estando lleno de polvo, si lo agitamos, como sacudiríamos por ejemplo una botella de agua llena de impurezas, entonces, se vuelve totalmente confuso como el agua turbia, por todas las impurezas en suspensión.
Sin embargo, si lo dejamos descansar, las impurezas pueden depositarse exactamente como las impurezas en el agua se depositan en el fondo de la botella. Y así el agua se vuelve clara.
Pienso que podemos deducir que, calmando nuestro corazón, los polvos se depositan y así se vuelve más claro.
Repitamos este verso:
«Si reflexionáis paso a paso con calma en el corazón,
el agua se volverá clara y limpia.»
Entrenarse en establecer la calma en sí mismo, es una prioridad de modo que el agua se vuelva clara.
Después, Oyasama nos especifica que agua clara no significa agua pura. Establecer la calma en sí mismo no basta para que el agua se vuelva pura. Sólo Dios puede quitar los polvos que llenan nuestro corazón, como nos lo aclara en este verso:
«Penetraré en las aguas de las montañas
y purificaré cualquier agua.»
Y en el verso que sigue, nos indica que establecer la calma en sí mismo, no significa permanecer inmóvil, al contrario:
«Vosotros que entregáis el corazón día tras día,
asentad el corazón y tendréis un futuro prometedor.»
Calma y acción van juntas, y es verdad que la mayor parte del tiempo, lo que nos impide actuar, es la confusión que tenemos en el espíritu.
Cuanto más claro tenemos el espíritu, más capaces somos de tomar buenas decisiones. Al contrario, cuanto más confuso está el espíritu, más inmóviles nos quedamos, incapaces de dar un paso. Los temores, las preocupaciones, los complejos, son el reflejo de los polvos mentales agitándose en nuestro corazón. En estos momentos, estamos muy lejos del espíritu que desea salvar a los demás.
Oyasama nos muestra cómo actuar sobre nosotros mismos en los siguientes versos:
Preparaos a purificar pronto esta agua.
Hacedlo pasándola por el filtro y la arena.(III/10)No os preguntéis donde está el filtro.
Vuestro corazón y boca son la arena y el filtro.(III/11)
Percibimos nuestro mundo gracias a nuestros cinco sentidos, podemos entrenarnos en poner nuestra atención sobre lo bueno, lo bello, lo verdadero y recibirlos en nuestro corazón, en vez de centrar nuestra atención en lo malo, lo feo y lo falso. Puede ser que esto sea el filtro?
El estado espiritual que permite ver la acción de Dios en cada cosa seguramente será el filtro supremo.
Utilizando la boca, es decir la palabra, enviamos a los demás las intenciones de nuestro corazón, y lo más importante es relacionar la palabra a nuestro corazón.
Pienso que a todos nos gustaría tener bonitos pensamientos, bonitas palabras y el corazón en calma. Pero tenemos que reconocer que no lo logramos. Estamos invadidos por pensamientos negativos, soltamos a menudo palabras que no son buenas y vivimos la mayor parte del tiempo con el corazón estresado, y, en este estado en realidad somos incapaces de tener un espíritu realmente listo para salvar a los demás.
Entonces, ¿cómo llegar a este estado espiritual, a este estado del corazón?
Un día nuestro Daikyokaicho nos habló del siguiente modo: «Sabéis cuál es la frase suprema en Tenrikyo? Es «Namu Tenri-O-no-Mikoto». Cada vez que tengáis un problema, si cantáis el nombre de Dios, el problema se apaciguará.»
Poco tiempo después me encontré en una situación muy desagradable que despertaba en mi sentimientos de temor y ganas de huir frente al evento. Sintiéndome muy mal, me acordé de lo que nos había dicho el Daikyokaicho: «si cantáis el nombre de Dios, el problema se apaciguará.» Y entonces me puse interiormente a repetir «Namu Tenri-o-no-Mikoto» y la calma apareció. Con esa calma, me parece que uno podía sentir los primeros signos de lo que podría ser un espíritu que desea salvar a los demás.
Y, hace poco, leí la siguiente anécdota sobre la vida de Oyasama que se llama «Salvando a los demás»,y que os voy a leer ahora.
En los primeros días de abril de 1875 Zijiro Enomoto de Sugahama de la aldea de Sando de la prefectura de Fukui estaba en peregrinación a las provincias occidentales para pedir la curación de su hija Kiyo que era enferma mental. Al llegar al Templo de Hase, octavo lugar de peregrinación, la anciana de una tienda de té le dijo: »Hay una diosa viva en la aldea de Shoyashiki». Inmediatamente se dirigió a la aldea de Shoyashiki pasando por Miwa. Llegó a la Residencia de Oyasama. Ella le dijo las siguientes palabras: «No tienes por qué preocuparte. Vuelve aprisa porque han surgidos problemas en tu casa. Debes recorrer tu pueblo, casa por casa socorriendo a cuarenta y dos necesitados en total. Deberás orar fervorosamente a Dios en cada casa recitando ‘Namu Tenri-Ô-no-Mikoto. Salvando a otros te salvarás tu.»
Eijiro partió de Shoyashiki animado y alegre. Pasó por Kizu, Kioto y Shiozu, llegando a Sugahama el día 23 de abril. Su hija estaba seriamente trastornada, pero cuando oraba repitiendo «Namu Tenri-Ô-no-Mikoto», poco a poco ella se iba calmando milagrosamente. Entonces como le había dicho Oyasama, el recorrió toda la aldea divulgando la fe de Tenrikyo y visitó varias veces las casas donde había enfermos y continuó orando por la curación de las 42 personas. Así milagrosamente su hija alcanzó la gracia de ser curada por completo. Recibió también visitas de agradecimiento de muchos vecinos. Consiguió casar a su hija, recibiendo en su casa a un yerno como hijo heredero. Cuando Eijiro y el joven matrimonio regresaron a Jiba para dar las gracias por la salvación fueron conducidos a la presencia de Oyasama. Dicen que Ella estaba vestida de rojo y con su cabello blanco bien peinado al estilo de Chasen y su imagen lucía muy bella, elegante y noble.
Leyendo esta anécdota, encontramos repuestas a nuestra pregunta. Podemos notar que es cuando estamos confusos y en plena dificultad que Oyasama nos pide socorrer a los demás y además, nos enseña la actitud exacta que tenemos que adoptar cualquiera que sea el problema, ya sea personal o para salvar a los demás.
Volvemos a leer lo que Ella dice a Eijiro: «debes recorrer tu pueblo casa por casa, deberás orar fervorosamente a Dios con las manos juntas y cantando: »Namu Tenri-Ô-no-Mikoto» salvando a otros te salvarás tu mismo.»
Y así, juntando las manos, Eijiro repitió y repitió: «Namu Tenri-Ô-no-Mikoto» y por la gracia de Dios su hija fue salvada.
No hay día que pase en nuestra vida sin un pequeño o gran problema, no hay tampoco día que pase sin que nos encontremos con personas que sufren.
Leemos lo que nos dice el Shinbashira en su discurso del mes de enero:
«A la vista del 120º Aniversario de la desaparición de Oyasama, insisto una vez más, y más particularmente sobre la importancia de exhalar la fragancia y la salvación a los demás, y pido a cada yoboku tratar de practicarlo de la manera que sea más accesible para cada uno. En efecto, se trata de las dos actividades que más necesitamos actualmente. Es primordial que levantemos y que creemos entre nosotros una atmósfera más enérgica y más propicia para el nioigake y la ayuda a las personas sumidas en el dolor, sin ninguna ayuda espiritual o sufriendo de enfermedades y adversidad.»
Si nosotros, fieles de mucho tiempo, nos contentamos con quedarnos en la situación descripta en el verso del Ofudesaki :
«Es una pena que por más profundamente que hayáis reflexionado,
no tengáis el corazón de salvar a los demás.» (XII/90), no tendremos ninguna excusa!
Esta es la razón por la cual prediqué en la Instrucción II: la importancia de «cultivar un espíritu que desee salvar a los demás y de ponerlo en práctica ». Esto significa que tenemos que buscar, sin parar, la manera de alcanzar tal clase de espíritu, lo que nos ha sido enseñado como «la verdadera sinceridad», y expresarla en nuestros actos.
Y para hacerlo, aunque cada uno de nosotros tengamos una función diferente que cumplir, es primordial no olvidar jamás relacionar nuestro corazón con Oyagami y Oyasama. En otras palabras, ya sea en la vida cotidiana, en el seno de la familia, en el trabajo o en nuestra región, tenemos que actuar y pensar relacionando las cosas con la enseñanza y el Modelo Divino. Y son esos esfuerzos los que nos permitirán exhalar un buen perfume sirviendo entonces de base para socorrer a los otros.»
Escuchando lo que nos dice el Shinbashira, es evidente que, es mirando totalmente hacia Dios, dejando de preocuparse por sí mismo, que llegaremos a dirigir nuestro espíritu hacia los demás. Reflexionando bien, que la actitud espiritual que consiste en querer huir del sufrimiento, tiene que ser cambiada por un espíritu que no se preocupa del presente. Como se dice en el Ofudesaki:
Es totalmente errado pensar que todo está bien
si el presente es bueno solo para uno mismo. (III/33)
Y entonces, cuando nos encontremos con una persona que sufre o que tiene un comportamiento errado, en lugar de huir del sufrimiento, puede ser que tengamos el corazón de confiar en Dios diciendo « Namu-Tenri-Ô-no-Mikoto » sin hacer ninguna diferencia entre el sufrimiento de otros y el nuestro.
Expresando todos nuestro agradecimiento hacia el Shinbashira que nos guía de modo que podamos avanzar en este mundo enturbiado, expreso el deseo de que lleguemos todos juntos a poner en práctica el trabajo que nos pidió sobre nosotros mismos, por el bien de todos. Gracias por su atención.